Hola!
Si ahora mismo te preguntará eres exigente contigo misma? Que contestarías… Pues muchas personas dirían que sí. Y de eso es lo que quiero hablar esta semana, de la caña que nos damos muchas y muchos.
Que siendo más técnica seria la AUTOEXIGENCIA, que es esa tendencia a exigirnos una perfección inexistente, a autotorturarnos, generando estrés y angustia. Más o menos empezáis a saber de qué os hablo.
Desde pequeños nos dicen cómo se hacen las cosas, o la manera “correcta” de cómo vivir, desde donde pueden y saben las personas que nos rodean, que suele ser nuestras personas queridas (familia, educadores..). La dificultad es que de adultos no actualizamos estas formas o maneras, y nos quedamos con esos “deberías” que corresponden a mandatos (no sólo tienen que ser mensajes literales, sino también maneras sutiles, y mensajes que interiorizamos de cómo se den hacer las cosas. Por ejemplo: Algo que se decía mucho en mi familia, al que madruga dios le ayuda) del exterior que hemos interiorizado como auténticos, y de esta manera nos contamos que si seguimos lo que hemos aprendido al pie de la letra, seré mejor persona o seré más querida.
La autoexigencia puede ser esa demanda constante que proviene de nuestro mundo interno, o ser una característica de nuestra personalidad. Y también puede convertirse en una fuente de poder que dicte de manera contundente mensajes absolutos y arbitrarios, que nos niega la posibilidad de equivocarnos, de disfrutar o simplemente ser. Algunos de estos mensajes son:
–Tengo que Ser perfecto: este mensaje puede traducirse en otros como “sé el mejor”, “no te equivoques”…
–Tengo que Ser fuerte: este mensaje también se manifiesta en mensajes como: “tú aguanta”, “no seas sentimental”, “tú puedes solo”, “no necesitas de nadie”, “puedo con todo”.
–Tengo que Ser rápida y eficiente: puede entenderse muy bien con la frase “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”, “no es cuando tú quieras”, “las obligaciones primero”
–Tengo que Ser buena: en este mensaje se anulan las necesidades auténticas o propias, y te ocupas de las necesidades de otros. Ejemplos de esto son: “primero los demás”, “piensa en el otro”, “no seas egoísta”.
Algunos de los antídotos para que esa autoexigencia se vaya haciendo cada vez más suave o que ocupe menos en nosotras mismas:
–La aceptación propia, viéndome tal cual soy, sin luchar conmigo misma.
-Escuchar mis necesidades, reconocer mis verdaderos deseos. Y eso conlleva permitirme espacio y tiempo para mí.
-Responsabilizarme de todos los actos de mi vida y hacia donde quiero que vaya esta.
Me quedan muchas cosas pendientes por contar de este tema, espero tener la oportunidad más delante de volver a escribir sobre esto, espero que os sirva y os ayude en ese camino de autoconocimiento 😉 si te ha gustado sería genial que compartieras!
Martha Echeverry Villegas